Los amores de un tero honrado
que vivía enamorado
de una coqueta cotorra
del arbolito de al lado.
Pero un chajá muy matrero
también le arrastraba el ala,
cuando el buenazo del tero
trabajaba con la pala.
Llegó el sábado a la noche,
se armó un hermoso bailongo.
Todos llegaban en coche,
no se escuchaba un rezongo.
La orquesta empezó a tocar,
se formaron las parejas.
—¡Qué lindo sería ser joven!
—decía una burra vieja.
La cotorra, coqueteando,
revoleaba el abanico.
Preguntaba pestañeando
—¿Elijo al grande o al chico?
Sacó el chajá su facón
y con aire desafiante
gritó en medio del salón:
—¿Dónde está el tero galante?
La zorra gritó: —¡Jesús!
Acá va a correr la sangre.
El chancho apagó la luz
con un ganchito de alambre.
El tero se preparó
para enfrentar al ladino,
pero el chajá se escapó
a la casa de un vecino.
La cotorra se quedó
toda asustada y llorona.
Otra el tero se buscó
y se volvió solterona.
—¡Que se embrome por coqueta,
casquivana e inconstante!
—gritó una pata en chancletas
bailando lo más campante.
Así terminó la historia
del chajá y del tero honrado.
Si no miente la memoria,
el burlón salió burlado.
Alicia Asain